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La cruz: fuente de redención y esperanza

La Cuaresma es un tiempo en el que la Iglesia nos invita a volver la mirada a Cristo crucificado, quien, con su entrega en la cruz, nos ha redimido y reconciliado con el Padre. Su sacrificio es la prueba del amor de Dios, un amor que no se detiene ante el pecado humano, sino que lo asume y lo exime. Hoy al recibir la ceniza en nuestra frente, recordamos nuestra fragilidad y necesidad de conversión, pero también que somos amados hasta por Aquel que dio su vida por nosotros.

Sin embargo, la cruz no es el final del camino, porque la Cuaresma no es un tiempo de desesperanza, sino de renovación. En este Año Jubilar, la Iglesia nos recuerda que somos peregrinos de la esperanza, llamados a confiar en la misericordia infinita de Dios. Jesús no solo cargó con nuestras culpas, sino que abrió para nosotros las puertas de la vida nueva. Su resurrección nos asegura que el dolor y la muerte no tienen la última palabra, sino que la esperanza en Dios nos sostiene y nos impulsa a vivir con alegría la llamada a la santidad.

Así, este tiempo litúrgico nos invita a caminar hacia la Pascua con el corazón renovado, fortalecidos por la certeza de que la cruz, lejos de ser un signo de derrota, es el trono de la victoria de Cristo. Que este Miércoles de Ceniza nos ayude a emprender este itinerario espiritual con fe y confianza, sabiendo que, abrazados a la cruz, encontramos el camino seguro hacia la plenitud de la vida en Dios