El mes de noviembre nos recuerda nuestra vocación común, a una vida plena llena de entusiasmo y vivificante, sin sombras ni tinieblas. Como reza el salmo 92: “la santidad es el adorno de tu casa”, y por ello la Merced siente que la expresión más hermosa de su vida son los religiosos, religiosas y laicos que inculcados por el carisma redentor, se han manifestado fieles a su vocación mercedaria. Hoy como ayer, acompañados de los santos que nos han precedido, la santidad es el camino y la meta.
Para la gloriosa festividad viste hábito compuesto por una original saya con diversos motivos vegetales y palomas, escapulario de pecho realizado con un antiguo damasco blanco espolinado en sedas de colores bajo diseño de la Casa Garín de principios del siglo XX, que es estreno para la ocasión, manto de damasco y toca dorada de mediados del siglo pasado. Sobre su pecho luce el escudo de nuestra Orden bordado con hilos de seda e hilos metálicos dorados y plateados. En la elaboración del tocado se ha empleado un encaje de aplicación de Bruselas y para los puños un antiguo juego de tul bordado.
En su mano derecha luce cetro de plata signo de realeza y en la izquierda escapulario de raso bordado entre 1970 y 1980 por D. Guillermo Olivares Magro y donado por él mismo. Culmina su iconografía el juego de corona, ráfaga y media luna plateadas que la ensalza como Reina universal.
FOTOGRAFÍAS: N.H.D. JOSÉ MANUEL GARCÍA RODRÍGUEZ & N.H.D. CARLOS RIVERO GRACIA.