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Altar del acto reverencial a nuestra Madre de la Merced


El pasado fin de semana celebramos la solemnidad de la B.V. María de la Merced y su víspera. Con este motivo la imagen de Ntra. Madre y Sra. de la Merced presidió la iglesia de San Gregorio.

Para esta ocasión la consiliaria de cultos y el equipo de priostía de la Fraternidad Seglar trabajó en un nuevo altar con el que honrar a nuestra Patrona y Protectora. Esta vez, al encontrarse la Santísima Virgen expuesta en acto reverencial, se persiguió recrear un salón de trono, donde Nuestra Señora recibiese la veneración de sus fieles y devotos hijos, representándola como Reina y señalando de esta forma su señorío sobre toda la creación, por ser madre de Cristo Rey.

Así sobre una gran alfombra, ofrendada por N.H.D. Iván García Rodríguez y que se estrenaba para la ocasión, se ubicó la peana tallada por D. Manuel Guzmán Bejarano (ha. 1971) sobre la que se disponía la bella efigie de María de la Merced, luciendo destacadas joyas, tanto de su joyero como cedidas para la ocasión por algunas hermanas y devotas, que reforzaban la visión y estatus regio de la Virgen.

A ambos lados se ubicaban sendas columnas salomónicas que albergaban unos antiguos candelabros de plata, con la intención de otorgar fulgor a la orfebrería y aumentar la visión celestial de Nuestra Señora, y en otras, unas jarras de principios del siglo XX exornadas por Floristería Solidago-Ferrusola a la manera de jubilosa explosión de la naturaleza por recibir las plantas de la Reina del Cielo. Para ello se emplearon rosas mondial, nardos, asparagus y monstera deliciosa. Especies también presentes en la composición floral ubicada a los pies de la efigie. En los extremos del presbiterio, cerrando la composición, se ubicaban unos antiguos candelabros de madera tallada y dorada, de considerables dimensiones, adornados por una cascada de asparagus.

El altar mayor de nuestra sede, presidido por la imagen del Santísimo Cristo Yacente, hacia las veces de telón. En el banco del altar, revestido con un rico frontal gentilmente cedido por D. Fernando María de la Maza Fernández, se disponía una hermosa imagen de Jesús Niño que ofrecía el escapulario mercedario a los fieles, cobijado por un manifestador realizado con tejidos antiguos, destacando en sobre manera el remate elaborado con menudas flores de talco datadas en el siglo XVIII y de procedencia conventual, al igual que los jarrones de porcelana isabelinos con flores contrahechas y preciosas frutas de cera y cristal que lo flanqueaban. A cada lado de este se disponían, en parejas de dos, San Rafael, el Santo Ángel de la Guarda, San Miguel y San Gabriel, ilustraciones sobre tabla silueteada creadas por el artista gráfico D. Jaime J. Sánchez García para esta ocasión y regaladas por unos hermanos, junto a sendos óvalos de madera tallada y dorada con alabanzas a María Santísima propiedad de D. Joaquín Domínguez González. Cerraba toda la composición, a cada lado del retablo mayor, unas grandes columnas de madera tallada, dorada y estofada pertenecientes al altar de nuestra Madre (Guzmán Bejarano, ha. 1971) con unos magníficos candelabros antiguos de bronce.

Para celebrar la Eucaristía se empleó como mesa de altar portátil un antiguo escritorio donado a nuestro convento por una devota, revistiéndose completamente con el frontal dieciochesco de la Fraternidad y antiguos manteles de finos hilos, ubicándose el Ara sobre una antigua alfombra, donada al igual que la anterior por N.H.D. Iván García Rodríguez.

Con todo este aparataje, y como no podría ser de otra forma, el Sagrario fue trasladado de su emplazamiento habitual en el altar mayor hacia el altar de nuestra Santísima Madre. Así, nuestro retablo se engalanó convenientemente para la ocasión empleándose un mantel de fino lino sobre el que asentaba el tabernáculo de plata, donado hacia 1950 a la Comunidad mercedaria por una antigua Comendadora de la Fraternidad. En el altar también se ubicó a la Purísima Concepción, una imagen del taller DAROAL realizada en el año 2000 y cedida por un hermano de la Fraternidad para esta ocasión. Para finalizar, el altar levantado en honor de su Divina Majestad se culminó con candeleros con cera blanca, color que la liturgia le asignó al culto eucarístico, así como se adornó con antiguas jarras y flores metálicas.

Desde la consiliaría de cultos y equipo de priostía trasladamos nuestro agradecimiento a todos aquellos hermanos, fieles, devotos e instituciones que nos han ayudado a conseguir nuestros propósitos para representar de forma tangible la Gloria de la que es Madre de Dios y nuestra, la Santísima Virgen de la Merced, a la vez que rogamos por ellos en nuestras oraciones.

A.M.D.G. et B.V.M.

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