La Santísima Trinidad, s. XVII. Francisco Caro (atrib.). |
El siguiente domingo a Pentecostés la Iglesia Católica conmemora el misterio de la Santísima Trinidad, uno de los dogmas centrales de la fe y la vida cristiana: Dios es uno y trino. Dios es una única divinidad en tres personas divinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. La divinidad no se fragmenta en tres, sino que cada una de ellas es íntegramente Dios.
El icono de la Trinidad es la viva imagen de la relación cercana y familiar entre Dios y los hombres. Al igual que las relaciones entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo contienen una unidad afectiva profunda, la unidad de la familia mercedaria debe estar empeñada en la tarea redentora y consolidarse hasta ser signo de comunión liberadora.
Del mismo modo que el Padre envía al Hijo como redentor del mundo cautivo y le da su Espíritu, la Trinidad envió a san Pedro Nolasco como redentor de los cautivos cristianos, para hacer realidad en el mundo y perpetuar la vocación de que Jesucristo ha venido a anunciar un tiempo de gracia; la liberación de los cautivos y libertad para los oprimidos.
Que sean uno, Padre, para que el mundo crea. Que seamos en verdad uno para ser eficaces en la tarea redentora y ser Merced para el mundo de hoy. Una Merced de la que el mundo está necesitado.