Durante 40 días caminamos juntos hacia los acontecimientos más importantes de nuestra fe: la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Cristo murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra salvación.
La Cuaresma comienza con el rito de la imposición de la Ceniza. La iglesia nos recuerda la verdad de nuestra vida: nacemos del polvo y al polvo volveremos. Pero algo fundamental quedará para presentar al justo Juez: las buenas obras de nuestra vida.
Cuaresma es tiempo de Conversión. Practicamos la conversión a través de la oración, de la penitencia y de la caridad. Por la oración vemos si nuestra vida está en el camino cierto, en el camino de Dios, en el camino que nos trazó Jesús. Por la penitencia nos asociamos al sufrimiento de Cristo mortificando nuestro apetito y reduciendo nuestra ingestión de comida y bebida. Por la caridad con los pobres compartimos nuestros ahorros, nuestros bienes o nuestras cosas superfluas. No hay conversión sin oración, sin mortificación, sin caridad. Son tres vías de solidaridad con Cristo.
La Cuaresma es coronada con el triunfo de la resurrección sobre la muerte. Cristo pasó por el trago amargo de la muerte, pero el Padre lo rescató y lo elevó a la gloria del cielo. Esta victoria de Cristo será también nuestra victoria. La liturgia canta: ¡Feliz muerte que mereció tanta gloria! La justicia que el mundo negó a Jesús, Dios se la entregó en abundancia. La resurrección de Cristo es la fiesta mayor de nuestra fe.
En Sevilla tenemos la felicidad de vivir la Cuaresma por las calles. El dolor y la gloria de Cristo no quedan encerrados en las iglesias, se pasean por nuestras calles. Con Jesús cargando la cruz vamos también nosotros exclamando: perdón Señor, misericordia. Con Juan y María al pie de la cruz estamos también nosotros esperando la victoria de Cristo sobre la muerte.
Vivamos la Cuaresma 2020 con autenticidad para celebrar con júbilo la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte.
Padre Fr. Emilio Santamaría, Superior del Convento de San Gregorio.