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Conmemoración de Todos los Difuntos de la Orden

La muerte de san Pedro Nolasco (s. XVII). Juan Luis Zambrano. Sevilla, Iglesia Catedral.

Hoy es tiempo de recuerdo, recuerdo de nuestros difuntos, peregrinos hacia la casa del Padre. La muerte no es la palabra definitiva, sino la esperanza de la vida que Jesús ofrece con su resurrección. 

Vivir de esperanza es ofrecer sentido al vivir humano, es poner horizonte a la eternidad de la finitud humana. Vivir sin esperanza es vivir encerrado, en un laberinto sin salida. La esperanza es la que ayuda a elevar la mirada hacia las estrellas para descubrir la luz que ilumina incluso las tinieblas y la oscuridad. Ni la noche más oscura es capaz de nublar el camino del creyente, pero la pobreza humana encuentra su fortaleza en la roca que es Cristo, para vivir y morir en Él. Si con él morimos, viviremos con él; si con él sufrimos, reinaremos con él (2 Tim 2, 11-12).

En nuestras Constituciones, respecto a esta fecha, viene señalado que la caridad, que permanece siempre, ha de unirnos aún después de la muerte. Por eso, los hermanos que descansan en Cristo estarán siempre presentes en nuestra oración comunitaria y personal, y especialmente en el santo sacrificio de la misa, aplicándoseles los sufragios establecidos (COM, 89).

Oremos por los difuntos que se consagraron a Dios en la familia mercedaria y por aquellos desamparados que no tienen quien eleve una oración por sus almas; para que alcancen la felicidad del Reino, con María y todos los santos.