Septiembre, puerta abierta al otoño. Fin del descanso estival y vuelta al nuevo curso, no solo colegial, sino también en la vida industrial, social y religiosa; renace el trabajo.
Como en todo comienzo, nuestra Madre, María, nos acompaña. Y es que, en este mes, se dedican múltiples solemnidades a la Madre de Dios. No obstante, nosotros le vamos a dar una importancia especial al día 24, Fiesta de La Merced o Mercedes. Hace 801 años, bendiciendo la voluntad de san Pedro Nolasco, la Virgen inspiró la Orden de la Merced, con el cometido de dar libertad a los cautivos. Con este maravillo instrumento, María proclama la grandeza del Señor allá donde esté. Pero, ¿quiénes son los Cautivos en el siglo XXI? Tenemos una sociedad aparentemente civilizada, pero está tan globalizada, que no vemos los miles de cárceles y crueldades; injusticias y otros tipos de esclavitud, que incomodan el desarrollo humano en la libertad del Ser. El cautivo está ahora mucho más cerca de lo que pensamos, jugándose la vida cruzando mares, en las víctimas de las reducciones masivas de puestos de trabajo por causa de la técnica, en el abuso y mal trato a la naturaleza que el Padre Dios creo; abuso de autoridad y justicia, gobernantes contra la libertad de vivir o morir usurpando el poder de Dios.
Por lo tanto, ¿dónde está hoy la Nueva Evangelización que buscamos tras el Vaticano II?Realmente la tenemos ante nosotros. Nos damos de bruces con esa necesidad. Deberíamos olvidar la duda, porque solo existe una realidad, tener, como Ella, ganas de seguir a Cristo. Tenemos que poner la esperanza en María que nos adoptó por hijos, Purísima azucena de la Merced, para que nos ayude a trabajar en nuestra fe. Siendo esa la única manera de poder ayudar a los demás, de encontrar ánimo y certeza en el futuro libre que solo la fe nos otorga por el hecho de que todos somos iguales.
Para concluir está reflexión me gustaría cerrar con esta humilde oración:
Yo soy pecador y converso, tú me distes la Paz que no encontraba; tu encuentro me sirvió para evitar mi cautividad no deseada. Me libraste de muchos pecados al mirar tu hermosa cara, Merced Redentora de mis angustias; cierra tu mes de septiembre con olores a nardos y sombras de naranjos, Sol en la tarde que bendices a tus pueblos por románticas callejuelas o anchas avenidas.
María, de la Merced de Dios: Tú que escuchaste con el corazón abierto, las palabras de Salvación de Jesús, ayúdanos a escucharle, abre nuestro corazón al Evangelio para que aprendamos a dar siempre razón en nuestra vida a Padre Dios. *
Septiembre: María y la Misericordia.
**De la Novena a Nuestra Madre y Señora de la Merced.